viernes, 28 de marzo de 2014
La Odisea del 2014. Bicentenario
La siguiente es una historia de la vida real, no le pasó a un amigo de un amigo, aunque si le pasa a muchos de mis amigos. De hecho le pasa a muchos venezolanos, amigos y no amigos, camaradas y compatriotas incluidos. Esos momentos son los que te llevan a la reflexión y convicción de que a este país lo tienen jodido las ideologías, esas teorías y utopías y distopías y microscopías que nos hacemos en la cabeza. Nos alejan del vecino, del familiar, del amigo, que a la hora de la chiquita pasa por las mismas que pasas tú. Pero son esas construcciones personales de conocimiento las que vienen a cagar el parque.
Esta odisea empieza a las 9 a.m., lista para pisar la calle. Me monto en el autobús, pues no tengo vehículo propio ( ni creo que tendré con esos precios absurdos y mi absurdo bolsillo). La idea es ir junto a mi amiga así que estamos avisando: ¿por dónde vas? voy saliendo, ok. Primer obstáculo del día: la marcha. El paso a el paseo Los Próceres está cerrado y luego de 30 minutos de cola el conductor decide meterse por otra vía, solo para descubrir que también está trancada. Metro entonces hasta Plaza Venezuela. Llegamos a las inmediaciones del Abasto Bicentenario. Segunda cola del día, la primera fue de carros, para pasar la reja externa del lugar. Diez minutos tal vez, esa fue corta. Entramos. Tercera cola del día: la de subir al piso en el que se encuentra el abasto. Calculo que teníamos unos 80 carritos de supermercado por delante en esta cola, pero ya la esperábamos así que aprovechamos el tiempo juntas: cargar a la bebé, hablar, chismear, siéntate, párate, ¿quieres un chocolatico? bueno.
Luego de pasar la primera barrera custodiada por unos cuantos PNB subes la rampa. ¡Sorpresa! arriba también haces otra cola, para entrar (van cuatro). Varios reservistas "ponen orden" -señora haga la colita. -El bolso señora. Te revisan la cartera al entrar, pero no al salir. No sea que vayas a meter un paquete de harina que no es de los que ellos venden ahí. no sé.
Al entrar tienes que tener la logística ya al punto pues todo transcurre de la siguiente manera: anda a hacer la cola corre llegó el pollo¿ dónde está el aceite? ¿señora le sobrará un paquete? la cola es para allá quédate aquí mientras hago la cola de la leche ¿cuántas son por persona? señora ¿dónde consiguió harina de trigo? mira llegó el café no empujen vale ya está rodando la cola está es más rápida me duelen los pies agarra más pollo para llevarle a tu mamá...
Luego de un par de horas de cacería dentro del abasto tienes lo que pudiste encontrar y se te permite comprar. Dos,dos, dos,cuatro, uno, dos, no hay, no hay, no hay. Lo que no conseguiste sea porque llegaste tarde o porque ese día no llegó el camión, pues ya no lo conseguiste. ¿Buhoneros? si te alcanza la plata y si es muy urgente. En caso contrario te toca tomar avena sin leche, café negro, arroz sin pollo, etc. Dependiendo de tu suerte, de la combinación de astros y planetas que te permitieron encontrar esos productos y no otros.
Luego la espera, que no es dulce. Mientras más cerca estás de la caja mayor es la ansiedad, el miedo a que se coleen, cuentas tus productos una y otra vez para asegurarte de que ninguna mano inescrupulosa te arrebato alguno de los preciados productos.Ir al baño queda como la ultima de las necesidades que pasan por la mente porque salir no es una opción a estas altura. Ya bastantes historias hay de carritos que desaparecen por completo al menor descuido de sus "dueños". No quieres pasar a ser leyenda urbana.
Pagas y te vas a la quinta cola:la de salir.Un reservista (harto de su vida) se dispone a revisar que en tus bolsas está lo que dice tu factura, unos con más atención que otros.Ya. Libre. Corres a la salida. Ah no, ya va, ¿tú no te ibas en taxi? aquí está la colita.
Al final del día llegamos a la casa a eso de las 5pm. Estábamos ya exhaustas. Me sumé ese día al absentismo laboral del que ya había visto los porcentajes. Porque una vez que lograste entrar no quieres perder las horas que llevas allá e irte sin nada en las manos.
¿Ahorras? claro que sí. Con esos productos subsidiados claro que ahorras dinero. Pero perdiste seis horas de tu día allí. No fuiste al trabajo. Y no conseguiste todos los productos que necesitas. ¿Cuándo vas a volver a ir? ¿Cuándo puedes dedicarle otro día entero a meterte en el abasto y competir por los productos que encuentres? ¿Y por qué hay que subsidiar? no sería mejor que en realidad tu sueldo te alcanzara para pagar el precio estándar de los productos.
Hoy vi en Bellas Artes un cartelito que decía "¿has pensado en las horas que pierdes de estar con tu familia por andar haciendo cola?". Aquellas personas que dedican un sábado, un domingo o ambos días a visitar abastos y supermercados buscando x o y producto dejan de pasar tiempo con su familia, dejan de ir a trotar, dejan de visitar el parque, dejan de ir al teatro o al cine. Dejan de vivir, por hacer una cola para sobrevivir.
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