Hoy cuando me movía en el metro me puse los audífonos para intentar despegarme un poco de la terrible realidad del país. Quise ser egoísta por un par de estaciones y no pensar en las marchas ni en los muertos y no pude. Empezó a sonar un audio en mi teléfono, seguramente descargado de alguna conversación de WhatsApp, era un poema sobre Venezuela. Las últimas dos líneas de mi poema son idénticas a las de este chico del audio. Gracias, por recordarme que hay maneras de seguir luchando y no caer.
No caigas
Cuando
salgas a la calle a buscar el pan del día, no caigas.
Cuando vas
en el metro, y sudas, y te cansas, y subes y bajas escaleras… que no sirven
No caigas.
Cuando
llegas a la casa y enfrentas a otros problemas: el alquiler, la nevera, la
comida, la familia, la tarea, la vecina, la bolsa del clap, el condomino, el
agua la quitan a las 7, ¡corre!…
Pero no
caigas.
No caigas en
su juego
No caigas
tan bajo
No caigas en
la trampa
No caigas en
la desesperación.
Cuando los
perdigones y las balas y el gas y los palos y las piedras te peguen en el
cuerpo, en la mente, en el alma, en el corazón.
Ora, pero no
caigas.
Cuando la
bala del poder...
atraviese la
frente de tu hermano
y lo veas
despedirse ante tus ojos,
y su sangre
corra por la calle sucia,
y arrastre
sueños, juventud, amores, vida y notas musicales.
Y caigas.
Levántate y
camina
Porque
Venezuela está viva
Y el
comandante muerto.